La volá pendex
No se espante si su hijo anda de negro, se delinea los ojos, se cuelga peluches y chapitas o se viste de mujer. Él no es el raro… son todos así. Aquí tiene un manual para entender a estos jóvenes postdictadura, frutos de una sociedad de consumo plagada de animaciones japonesas, malls e Internet.
Nación Domingo |
Un grupo de secundarios conversa en la esquina de Ahumada con Nueva York. Para algunos, el color es el negro: lo llevan en la ropa, en los bolsos, en el pelo, en el contorno de ojos, en todos los accesorios. Otros usan el rosado, el celeste, o colores más brillantes. Cada uno con su estilo, todos tienen algo en común: escuchan música importada de todas partes del mundo y copian los look de sus artistas favoritos. Son los adolescentes de clase media que inundan las calles de Santiago, escandalizan a las señoras y enojan a sus padres. Conforman tribus urbanas que no tienen un territorio físico, sino que virtual: el fotolog, donde se pueden ver todos los estilos (y las críticas entre unos y otros), todas las declaraciones de amor, todas las peleas con los padres y toda la emocionalidad de la edad del pavo. Pero de pavos no tienen nada, porque son más vivos que toda la generación anterior.
Después de 17 años de dictadura, que engendró una gran cantidad de chilenos apáticos y sin mucha inquietud por la moda, vino esta generación de recambio, que salió a protestar por la LOCE pero que no se dedica sólo a eso. Son los mismos de la revolución pingüina, que se forjaron al alero de los malls, MTV e Internet, pero también se preocupan de su look. Sus estilos son claros, marcados y globalizados. Apelan al respeto por la diversidad y a la falta de prejuicios. No quieren que los miren feo en las calles y exigen a sus padres que los dejen usar los piercings que quieran, vestirse como quieran (incluso de mujer) y que, más encima, los entiendan. Lo mismo que piden todos los adolescentes, pero éstos dieron un salto generacional que les parece abismante. Es como si el mundo hubiera cambiado tan rápido que dejó a toda esta adelantada generación de pingüinos viviendo el Bicentenario, mientras sus padres no entienden nada, ni su ropa ni su música. Acá va una pequeña guía para que sepa quiénes son y cómo identificar a los Emo, los Visual, los Alterna, los Oshare, los Eroguro y los Otaku, sólo una muestra seleccionada de las tribus juveniles. Para que se saque el signo de interrogación de la mente y los deje ser. LND
Pokémon: sólo quieren vacilar
Los fotologs son su lugar de desahogo, de encuentro y de pose. Las hormonas están a flor de piel y, junto con el perreo de las fiestas, cultivan las fotos en sostenes sacadas desde arriba, los petos, las piernas al aire y la producción al máximo con ayuda del Photoshop.
Los que no pertenecen a este grupo los odian, los encuentran chulos o “poseros”. “Los pokémones no cachan nada de música, sólo van a las fiestas, bailan y sus conversaciones se basan en las zapatillas, el pelo y no van más allá. Es pura moda, se las dan de hardcore, pero no lo son”, dice Matías, un joven de 15 años que conversaba con una “emo” en plena Plaza de la Constitución.
Los japonesitos glam
A pesar de las similitudes, todos son distintos. “Esto se trata de la imaginación de cada uno; uno se inventa su maquillaje, su vestimenta, lo que tenemos en común es la música japonesa”, dice María Antonieta, una adolescente seguidora del glam japonés.
Visual-kei: lo afeminado está de moda
Caras de niño, ojos delineados, ropas negras, lentes de contacto de colores. Se maquillan las caras de un blanco que rechaza sus genes latinoamericanos y emula las máscaras del teatro Kabuki japonés, la principal inspiración para esta estética nipona glamorosa. Lo importante es lo visual, quieren ser únicos y originales sin destacar ni pertenecer a la masa. De este estilo nacen todas las demás tendencias japonesas. Pueden parecer muñecas de porcelana en negro, llenos de encajes y cintas. Esa es la estética Elegant Gotic Aristocrat o Elegant Gotic Lolita: muchachos vestidos de mujeres aunque no son ni féminas ni homosexuales, como en el Kabuki, en que los hombres se disfrazaban de mujeres para interpretar roles y luego se prestaban para tener sexo con féminas y hombres. Pero los músicos japoneses no son gays, o al menos no se sabe. “Son tan inalcanzables que tú no sabes su vida privada”, dice Isamu. Sin embargo, entre estas bandas se ha establecido el “fan service” (servicio para fanáticos), que consiste en darse un topón en el escenario para alimentar la sensación de ambigüedad sexual y todos los fans gritan emocionados. En este estilo, vestirse de mujer no es sinónimo de ser gay, y eso hay que dejarlo bien claro. “En Japón son tan machistas que para las mujeres es bacán un hombre que se vista como ellas. Por eso son populares, y en todos los grupos de música hay alguien ambiguo, que es como la mujer”, explica Isamu, el vendedor. Acá, la tendencia se copia al pie de la foto. “Allá en Japón no está eso de que porque yo me visto de mujer voy a ser gay, pero acá en Chile la gente te ve con los ojos pintados y te dicen: ‘Ah, es gay’. Y eso no tiene nada que ver”, dice Felipe, un visual que en sus fotologs aparece con vestido, encajes y peinado femenino.
Los Emo: llanto sin complejos
En el ciberespacio, las críticas hacia los emo van y vienen. Pero ellos se defienden: “Ustedes son antiemociones; emo es sentirte identificado con alguna canción, llorar con ella, sentir los sentimientos”, argumenta uno en su fotolog. Dicen escuchar hardcore melódico, pero un adolescente conocedor de los estilos musicales lo desmiente rotundamente: “Se supone que el emo es hardcore melódico, pero acá en Chile el emo es pop-punk”.
Alterna: o algo ashí
Es jueves en el Eurocentro. Por la escalera que baja desde el segundo piso viene una pingüina de cejas depiladas y delineadas con lápiz café, los labios bien rojos y párpados pintados con rosado y morado. “Yo soy alterna”, dice. “¿Y qué es eso?”, le preguntamos. “¿Alterna? Es alternativa”. Dice que el término viene del rock alternativo y que ella escucha de todo: rock, industrial, britpop, Lucybell, Saiko y Golem. Esa mezcla de grupos conocidos y populares la hace parecer más indefinida que alternativa. “No me gusta clasificarme en un estilo, porque al final igual uno escucha otras cosas. Para vestirse uno toma ideas de un grupo que a uno le gusta, como para marcar la diferencia”, dice, y lo aclara todo. Quizás lo alterna le viene porque en estos tiempos de tanta tribu, ella no pertenece a ninguna. No se encasilla, y eso sí que es alternativo.
Oshare-kei: happy together
Ellos son felices. Sus melodías siguen la misma tendencia del J-rock, con los gritos y solos de guitarra del Visual-kei, pero menos oscura y con tendencias punk. “Nuestra música es más happy, no tan pesada como las otras”, dice Jorge, un secundario oshare lleno de chapitas y cara de niñito. Las letras hablan del amor y las relaciones de pareja, pero siempre de manera alegre y positiva. “Los oshare son felices con los ositos, el amor y todo eso”, dice Felipe. Se llenan de chapitas, ositos y caritas felices. Se visten de negro con colores brillantes y llamativos, incorporando ropa de estilo más callejero y algo punk.
Eroguro: la estética sangrienta