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sábado, febrero 09, 2008

Guía práctica para padres desconcertados

Guía práctica para padres desconcertados


La volá pendex

No se espante si su hijo anda de negro, se delinea los ojos, se cuelga peluches y chapitas o se viste de mujer. Él no es el raro… son todos así. Aquí tiene un manual para entender a estos jóvenes postdictadura, frutos de una sociedad de consumo plagada de animaciones japonesas, malls e Internet.

Nación Domingo

Un grupo de secundarios conversa en la esquina de Ahumada con Nueva York. Para algunos, el color es el negro: lo llevan en la ropa, en los bolsos, en el pelo, en el contorno de ojos, en todos los accesorios. Otros usan el rosado, el celeste, o colores más brillantes. Cada uno con su estilo, todos tienen algo en común: escuchan música importada de todas partes del mundo y copian los look de sus artistas favoritos. Son los adolescentes de clase media que inundan las calles de Santiago, escandalizan a las señoras y enojan a sus padres. Conforman tribus urbanas que no tienen un territorio físico, sino que virtual: el fotolog, donde se pueden ver todos los estilos (y las críticas entre unos y otros), todas las declaraciones de amor, todas las peleas con los padres y toda la emocionalidad de la edad del pavo. Pero de pavos no tienen nada, porque son más vivos que toda la generación anterior.

Después de 17 años de dictadura, que engendró una gran cantidad de chilenos apáticos y sin mucha inquietud por la moda, vino esta generación de recambio, que salió a protestar por la LOCE pero que no se dedica sólo a eso. Son los mismos de la revolución pingüina, que se forjaron al alero de los malls, MTV e Internet, pero también se preocupan de su look. Sus estilos son claros, marcados y globalizados. Apelan al respeto por la diversidad y a la falta de prejuicios. No quieren que los miren feo en las calles y exigen a sus padres que los dejen usar los piercings que quieran, vestirse como quieran (incluso de mujer) y que, más encima, los entiendan. Lo mismo que piden todos los adolescentes, pero éstos dieron un salto generacional que les parece abismante. Es como si el mundo hubiera cambiado tan rápido que dejó a toda esta adelantada generación de pingüinos viviendo el Bicentenario, mientras sus padres no entienden nada, ni su ropa ni su música. Acá va una pequeña guía para que sepa quiénes son y cómo identificar a los Emo, los Visual, los Alterna, los Oshare, los Eroguro y los Otaku, sólo una muestra seleccionada de las tribus juveniles. Para que se saque el signo de interrogación de la mente y los deje ser. LND

Pokémon: sólo quieren vacilar

Lo de ellos es la moda. También conocidos como “hardcoritos”, son una extraña mezcla entre el pop-punk y el reggaeton, aunque dicen que les gusta el… hardcore. Usan zapatillas gigantes de skate, los pantalones abajo, unos polerones tres tallas más grande que su tamaño, ojalá todo de buena marca y limpio. Abundan las viseras para delante o para atrás, encajadas en cabezas de pelo largo aplastado y cortes desordenados. Como dice un antipokémon, “tienen un corte de pelo que parece una piña en la cabeza”. La mayoría usa piercings en la boca, en las cejas, en la nariz, en las orejas, en el ombligo. Ellas se pintan los ojos, usan peto o escotes y bailan reggaeton como si estuvieran poseídas por Daddy Yankee: suben, bajan, contornean las caderas, las piernas, el ombligo, los hombros. Se acercan y se ríen sin percatarse de las letras machistas que tanto disfrutan, perreando sin parar.

Los fotologs son su lugar de desahogo, de encuentro y de pose. Las hormonas están a flor de piel y, junto con el perreo de las fiestas, cultivan las fotos en sostenes sacadas desde arriba, los petos, las piernas al aire y la producción al máximo con ayuda del Photoshop.

Los que no pertenecen a este grupo los odian, los encuentran chulos o “poseros”. “Los pokémones no cachan nada de música, sólo van a las fiestas, bailan y sus conversaciones se basan en las zapatillas, el pelo y no van más allá. Es pura moda, se las dan de hardcore, pero no lo son”, dice Matías, un joven de 15 años que conversaba con una “emo” en plena Plaza de la Constitución.

Los japonesitos glam

Siguiendo por el Eurocentro, una niña de unos 15 años le grita a su amiga –con más cara de chilena que el mote con huesillo–: “¡Hashimitzu, espérame!”. A unos pasos de ahí, un veinteañero, entre risas irónicas, explica la situación: “Dudo mucho que esa niña se llame Hashimitzu, lo que pasa es que estos cabros se ponen nombres japoneses, están rayados”. Todo proviene del J-Pop (pop japonés), luego derivó al rock y se diversificó en distintos estilos. A pesar de que el origen es la música, lo más importante es la vestimenta glam, que imita a los integrantes de sus bandas favoritas. “A Chile llegó a través del animé. En las series aparecían canciones que eran del grupo que estaba de moda allá en Japón, igual que acá con las teleseries. Entonces los chilenos empezaron a escuchar esa música, a seguir a los grupos y a vestirse como ellos”, explica Carlos (alias “Isamu”), vendedor en un local del Eurocentro. Son los mismos seguidores de los grupos los que crean las tendencias musicales-estéticas provenientes de Japón. “Los músicos no dicen que son Eroguro u Oshare. Esos nombres los ponen los fans, son ellos los que crean la corriente”, explica Isamu.

A pesar de las similitudes, todos son distintos. “Esto se trata de la imaginación de cada uno; uno se inventa su maquillaje, su vestimenta, lo que tenemos en común es la música japonesa”, dice María Antonieta, una adolescente seguidora del glam japonés.

Visual-kei: lo afeminado está de moda

Caras de niño, ojos delineados, ropas negras, lentes de contacto de colores. Se maquillan las caras de un blanco que rechaza sus genes latinoamericanos y emula las máscaras del teatro Kabuki japonés, la principal inspiración para esta estética nipona glamorosa. Lo importante es lo visual, quieren ser únicos y originales sin destacar ni pertenecer a la masa. De este estilo nacen todas las demás tendencias japonesas. Pueden parecer muñecas de porcelana en negro, llenos de encajes y cintas. Esa es la estética Elegant Gotic Aristocrat o Elegant Gotic Lolita: muchachos vestidos de mujeres aunque no son ni féminas ni homosexuales, como en el Kabuki, en que los hombres se disfrazaban de mujeres para interpretar roles y luego se prestaban para tener sexo con féminas y hombres. Pero los músicos japoneses no son gays, o al menos no se sabe. “Son tan inalcanzables que tú no sabes su vida privada”, dice Isamu. Sin embargo, entre estas bandas se ha establecido el “fan service” (servicio para fanáticos), que consiste en darse un topón en el escenario para alimentar la sensación de ambigüedad sexual y todos los fans gritan emocionados. En este estilo, vestirse de mujer no es sinónimo de ser gay, y eso hay que dejarlo bien claro. “En Japón son tan machistas que para las mujeres es bacán un hombre que se vista como ellas. Por eso son populares, y en todos los grupos de música hay alguien ambiguo, que es como la mujer”, explica Isamu, el vendedor. Acá, la tendencia se copia al pie de la foto. “Allá en Japón no está eso de que porque yo me visto de mujer voy a ser gay, pero acá en Chile la gente te ve con los ojos pintados y te dicen: ‘Ah, es gay’. Y eso no tiene nada que ver”, dice Felipe, un visual que en sus fotologs aparece con vestido, encajes y peinado femenino.

Los Emo: llanto sin complejos

Ellos sufren. Lo suyo es la lágrima solitaria, sin mucho drama: lloran porque el pololo se fue, por las tristezas de la vida o por la amiga que se enojó. Las canciones de las bandas gringas que escuchan tocan todos los temas sensibles. Pura emoción: de ahí el nombre “emo”. El negro también es su color, pero acompañado de rosado, celeste, con cosas luminosas y estrellitas por todos lados, para mujeres y hombres. Contradiciendo su estética colorinche mezclada con negro, crean fotologs tristes e infantiles. En uno de ellos, un dibujo que se saca el corazón tiene la leyenda: “Al saber que no lo puedo controlar, prefiero arrancarlo”. Son los más odiados del mundo estudiantil, que los acusa de afeminados, llorones o vendidos. Lo cierto es que en este Chile plagado de hombres machistas e insensibles, muchas adolescentes aprecian a los emo, capaces de sentir, de llorar y de vestirse de rosado.

En el ciberespacio, las críticas hacia los emo van y vienen. Pero ellos se defienden: “Ustedes son antiemociones; emo es sentirte identificado con alguna canción, llorar con ella, sentir los sentimientos”, argumenta uno en su fotolog. Dicen escuchar hardcore melódico, pero un adolescente conocedor de los estilos musicales lo desmiente rotundamente: “Se supone que el emo es hardcore melódico, pero acá en Chile el emo es pop-punk”.

Alterna: o algo ashí

Es jueves en el Eurocentro. Por la escalera que baja desde el segundo piso viene una pingüina de cejas depiladas y delineadas con lápiz café, los labios bien rojos y párpados pintados con rosado y morado. “Yo soy alterna”, dice. “¿Y qué es eso?”, le preguntamos. “¿Alterna? Es alternativa”. Dice que el término viene del rock alternativo y que ella escucha de todo: rock, industrial, britpop, Lucybell, Saiko y Golem. Esa mezcla de grupos conocidos y populares la hace parecer más indefinida que alternativa. “No me gusta clasificarme en un estilo, porque al final igual uno escucha otras cosas. Para vestirse uno toma ideas de un grupo que a uno le gusta, como para marcar la diferencia”, dice, y lo aclara todo. Quizás lo alterna le viene porque en estos tiempos de tanta tribu, ella no pertenece a ninguna. No se encasilla, y eso sí que es alternativo.

Oshare-kei: happy together

Ellos son felices. Sus melodías siguen la misma tendencia del J-rock, con los gritos y solos de guitarra del Visual-kei, pero menos oscura y con tendencias punk. “Nuestra música es más happy, no tan pesada como las otras”, dice Jorge, un secundario oshare lleno de chapitas y cara de niñito. Las letras hablan del amor y las relaciones de pareja, pero siempre de manera alegre y positiva. “Los oshare son felices con los ositos, el amor y todo eso”, dice Felipe. Se llenan de chapitas, ositos y caritas felices. Se visten de negro con colores brillantes y llamativos, incorporando ropa de estilo más callejero y algo punk.

Eroguro: la estética sangrienta

Es el estilo más pesado de todos y nació de la banda Dir en Grey. Se visten como quieren, aunque siempre dentro del estilo Visual. Su caracterización no va tanto por la ropa como por la música, que pone el énfasis en lo erótico y lo grotesco, incorporando el gore. “Las letras son fuertes, violentas y sádicas”, explica Isamu, mientras muestra el video de un concierto de la banda en el que el vocalista, Kyo, se rompe la boca por dentro con las uñas hasta que empieza a sangrar, se golpea las mejillas y se rasga su pecho hasta que queda completamente herido. “Esto sólo lo hace Kyo, y lo hace en todos los conciertos”, concluye el experto.